celeste
A PRUEBA DE BALAS
- Inspirada en la canción Titanium de David Guetta -
Motores, chillidos y pitidos se estrellan contra mi cabeza ¡Me va a estallar! ¡Callaros de una puta vez! Al abrir los ojos una silla destartalada me observa. ¿Dónde coño estoy?Me recuesto e imágenes distorsionadas de añoche pasan por mi cabeza. Nada digno de recordar. Analizo la estancia. ¡Que mesita más horrible! ¡Mantel de punto! Que horror. Gracias a dios no hay ningún desgraciado a mi lado. Veo mi tanga en el suelo. Me arrepiento de no haberlas dejado en la silla, aunque no creo que esté más limpia. Me las pongo. Me molesta la entrepierna pero lo ignoro.
¡Uy…que cara! Me arreglo el pelo y me maquillo y me enfundo mi vestido de flores. Huele a sexo y pachuli pero aun así me veo estupenda. Me encantan las piernas que me hace, parecen quilométricas. Muchas mujeres querrían tener mi cuerpo. Doy vueltas sobre mi misma para verificarlo. Estos zapatos me hacen un culín…Lista para un nuevo día.
Salgo a la calle. Las mujeres me observan con desprecio. Ya estoy acostumbrada. Lo que me sorprende es que no se odian a sí mismas por ir con esos trapos andrajosos y oscuros que tapan su belleza y las hacen más viejas. Conseguirían ofenderme, si al menos tuvieran buen gusto. Sigo andando. La firmeza de mis tacones, resonando en el suelo, les devuelven las balas.
Unos obreros me piropean. “¡Gracias Bombones!”, les respondo.
***
Ya es media noche. Hoy no está siendo un día productivo. La Jessi se está haciendo con todo el mercado. Es que la cabrona se ha puesto guapa, y yo he llegado tarde. Mañana la pienso deslumbrar. Otro cliente la intercepta y me deja sola.
Fumo mi suerte y juego con el humo de mi resignación. Un calambre instintivo tensa todo mi cuerpo cuando los veo. Absorbo la última calada y me cambio de acera. Mierda, se han dado cuenta. Tres chicos borrachos parecen querer divertirse y a mí no me van las orgías.
“¿Que pasa preciosa?”, me dice con lujuria el que parece ser la voz cantante del grupo. “Estas muy solita, seguro que quieres compañía”, suelta otro. “Yo siempre quiero compañía, pero a un buen precio”, le contesto con seguridad para disimular lo rápido que me late el corazón. “Ya, pero nosotros valemos más que cualquier billete, ¿no nos ves?”, dice el cabecilla señalándose a sí mismo como si fuera gran cosa. Menudo iluso, no es más que un desgraciado hijo de puta. Su lasciva mirada recorre mi cuerpo y provocan en mi puro asco. “Si, veo…y no creo que sea para tanto”. Nada más suelto las palabras por mi boca me arrepiento. Su mirada se nubla y sé cómo va a terminar esto.
Me preparo al instante para el golpe pero no soy lo suficientemente rápida. La bofetada me estampa contra un coche. Le devuelvo el saludo con un puñetazo y una patada en la espinilla. Si piensan que se lo voy a poner fácil, van listos. Intento esquivar a los otros dos, pero me atrapan. Al verme indefensa, se le dibuja una sonrisa al cabecilla. Mis piernas flaquean y parecen querer dormir en un sueño profundo. Conozco esa mirada. Cierro los ojos y deseo fuertemente que esto solo sea una pesadilla. Por desgracia, mis pesadillas siempre suelen ser muy reales.
“Ahora eres tú quien me va a pagar lo que has hecho”, dice lamiéndose los labios. Me encara, coge mi top y lo desgarra. Esa estúpida sonrisa sigue en su cara mientras aprieta su cuerpo contra el mio y estruja mis pechos. La rabia arde dentro de mí. Intento huir de esta mierda pero los cabrones son fuertes. Cada uno de sus amigos aferra mis brazos y separan mis piernas deleitándose con la escena. Sé que gritar no me servirá de nada en este puto descampado. “¿Qué diablos crees que haces? ¿Vas a obligarme? ¿Qué diría tu madre o tu hermana?” me defiendo. Él ríe con sorna. “Ellas no están aquí ahora y tú te lo has buscado”. “Definitivamente eres un cobarde incapaz de conquistar a una dama por tus propios medios”. Los tres se ríen de mi patético intento de hacerles sentir mal. “Ni yo soy un caballero ni tú una dama”, me responde.
Empieza a sobarme con sus manos. Me estira del pelo y me muerde el cuello. No con delicadeza, literalmente me inca sus dientes. Todo mi cuerpo está en tensión. Por mucho que lo intento no me deshago de sus zarpas. Sus manos bajan cada vez más. Aprieto los dientes cuando el desgraciado mete su mano en mis bragas. Entonces la saca rápidamente y me mira con sorpresa y con mucha más rabia de la que tenía antes. “¿Qué mierda…?” Antes de que continúe, le aclaro sus dudas. “Tienes razón. No soy ninguna dama”. Esta vez soy yo la que ríe con sarna. Aunque también soy consciente de que será la última vez que sonría esta noche.
Y ahora viene lo peor. Recibo un golpe en la cara que me hace caer al suelo al instante. Los dos flanqueadores me dejan caer y empieza una lluvia de patadas. Como puedo me encojo. Intento evitar que me den golpes en la cabeza y en las costillas. Entre golpe y golpe contengo la respiración y tenso mi cuerpo. Tengo larga experiencia en ser el saco de boxeo que representa sus asquerosas vidas.
***
¡Ah! ¡Joder! Un dolor punzante en el costado me despierta. Abro los ojos con dificultad. Uno de ellos se niega a despertar. Noto una presencia a mi lado. El corazón me late con rapidez hasta que reconozco el cuerpo despampanante de Jessi. Duerme junto a mí. Parece haber pasado una mala noche. Tiene las piernas llenas de tierra y grasa, y su falda está rasgada. Unas lágrimas amenazan con asomarse al comprender que está así por mí. Bueno, por mí no, por esos hijos de puta.
Siento los golpes de nuevo con cada imagen. Noto como la rabia se enciende en mi pecho, es quien me da fuerzas para levantarme. Cojeo hasta el baño y enciendo la ducha. El agua resbala por mi cuerpo borrando sus huellas. Por desgracia las cicatrices siguen ahí. Respiro hondo. No pasa nada. No pasa nada. Poco a poco mi pecho se relaja y mi respiración vuelve a la normalidad. Mañana estaré mejor. No es la primera vez. Sigo viva.
Me miro frente al espejo. Calculo los daños. Un estela purpura desfigura mi ojo y tengo varios moratones alrededor del cuerpo. Unos purpura, otros amarillos, otro violetas. Casi un arcoíris. Toco la cicatriz que tengo en el estómago de épocas pasadas. Sonrío. A decir verdad no ha sido la peor noche.
Vuelvo a girar sobre mi misma con lentitud mirándome al espejo. Sonrío de nuevo. Estoy estupenda.
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