celeste
El aula D del cuarto piso - Mi primer relato
UNO
¡Dios! Este es uno de esos momentos en que me gustaría estar perdida, perder lo que tengo alrededor e incluso perderme a mí misma.
Mi madre me ha obligado a ir a un curso de inglés, sin tan siquiera preguntarme, como siempre. Así que aquí estoy; delante de un edificio derruido con grandes ventanales, que no dice nada más que su paso en el tiempo.
Tengo dos opciones: entrar ahí y pasarme toda la tarde escuchando a desconocidos hablar inglés, o volver a casa con mi madre y aguantar su sermón por no haber ido al maldito curso.
Prefiero la Primera opción. Le pregunto a la recepcionista en qué aula es y ella con una voz casi imperceptible me responde: “Piso cuarto aula B”. Al llegar, no recuerdo bien el aula y decido entrar en la D.
Dentro, hay dos o tres personas. Sin prestarles mucha atención, me dirijo a la silla más alejada. Intento no hacer mucho ruido al arrastrarla. Es mi sitio ideal. Desde aquí soy capaz de observar a todo el mundo sin ser percibida.
Un chico delgaducho y alto, parece mantener una conversación con sí mismo y estar riéndose de un chiste que ninguno de los presentes ha escuchado. Una mujer de unos 40 años, voluptuosa y exuberante, con una ropa demasiado sexy y juvenil, llama la atención de toda el aula. Un joven de estatura media y con el pelo castaño, esta con los ojos fijos en su cuaderno cerrado, sin dejarme ver su cara. No le interesan las personas que hay a su alrededor, solo ese cuaderno de cuero desgastado.
Finalmente, el profesor se decidió hablar. Se llamaba Borja. No dijo mucho más.
– Bien, chicos, no quiero que escribáis vuestros nombres en ellas – dijo el profesor repartiéndonos unas libretas—. Están numeradas y cada semana os las intercambiareis. Yo seré el único que sabrá quién es el autor de lo que se escriba en ella.
No tenía ni idea de lo que quería decir con esas palabras, lo único que sabía es que me había equivocado de clase.
– Os las llevareis a casa. No quiero un relato cualquiera, quiero que muestre vuestra opinión y vuestra forma de ser. Podéis escribir sobre vosotros mismos o escribir sobre cómo pensáis que es la vida de alguno de vuestros compañeros – continuó el profesor.
Está claro que esté no es el curso de inglés. ¡¿Qué hago?! ¿Me levanto y me voy? ¡No pienso pisar la alfombra roja de la vergüenza! Me quedo. Total, no creo que esta clase sea peor que la de inglés.
El profesor lee un relato. Describe unas olas que con gran velocidad estallan contra una roca inamovible. Varias personas levantan la mano e intentan analizar el relato leído. No entiendo qué necesidad tienen de buscarle una segunda cara a un relato cuya simplicidad es lo que le hace interesante.
Al terminar la clase, el profesor nos recuerda, que para la próxima clase, traigamos algo escrito en las libretas. Debo admitir que no ha estado mal y el tiempo se me ha pasado volando.
DOS
Antes de abrir la puerta ya podía adivinar que iba a cenar. Ese olor a fritanga me era familiar.
- ¿Ana?—Preguntó mi madre nada más cruce el umbral de la puerta.
¿Quién va a ser si no?
- Si, mamá…
La casa estaba impoluta. La mochila, que había dejado en la entrada, había desaparecido. Parecía que fuera lo único que era capaza de hacer. Limpiar. Limpiar. Limpiar.
- Cariño, la cena ya está hecha. Guárdate la ropa limpia en el armario y ven a cenar.
- No tengo hambre— le dije mientras me encerraba en mi cuarto.
- Tienes que cenar algo o luego tendrás hambre— gritó desde la cocina.
- ¡Pues luego cenaré!
Dejé la libreta sobre la silla. Puse música. Los Rolling comenzaron a sonar. Entonces mi madre interrumpió mi nirvana.
- ¡Mamá, no quiero cenar!
- Tu padre ha llamado. Dice que pasará a recogerte mañana al instituto.
- Vale
Se quedó unos segundos más en la puerta. Parecía que estuviera decidiendo si decirme algo más, o no. Al final, se marchó. No era de extrañar. Evitaba cualquier enfrentamiento. Incluso cuando alguien la trata como un simple objeto de usar y tirar.
Perfecto. Este fin de semana me toca con mi padre. No sé para qué quiere que vaya. Ni siquiera tiene un cuarto para mí. Solo hay una habitación temporal, como yo; con una cama plegable y una mesa de comedor que hace de escritorio.
Enciendo la televisión y hago zapping. Solo hacían programas sensacionalistas o películas románticas. Sin pensarlo, cojo la libreta de la silla y ojeo sus páginas en blanco. No sé porque esperaba encontrar algo en ellas. No creo que vuelva. Aun así, no tenía nada mejor que hacer.
Empiezo a escribir sobre la nada y sobre ella escribo. Una frase, dos, tres… Una hora después, o eso me parece, estoy ante dos hojas repletas de palabras que describen la nada, el vacío y el agujero negro de mi misma.
TRES
Mi fin de semana ha sido eterno. Un minuto eran eternas horas incomodas. Lo ha vuelto a intentar. En la comida. En la cena. Solo quería hablar para sentirse menos culpable. Como si yo fuera una píldora que resolviera sus problemas. Quizás si lo hubiera hecho antes yo no tendría por qué haber pasado este horrible fin de semana.
No quería quedarme otra tarde encerrada entre las cuatro paredes de mi cuarto así que cojo mi cuaderno y me voy. Al llegar al cuarto piso, la gente está esperando aún al profesor así que voy a los aseos. No me apetece pasar por el mal rato de que alguno de ellos quiera entablar una conversación. Me lavo la cara con las manos. El contacto con el agua fría me alivia.
Un chico sale del baño que hay justo detrás de mí. Es moreno, de ojos marrones, del montón. Sin embargo, hay algo en él que me resultaba diferente, atractivo. Camina cabizbajo y juguetea con sus dedos. Solo levanta la cabeza del suelo cuando se percata de mi presencia. ¿Qué hace en el baño de mujeres?
- Es unisex— dice firmemente, respondiendo a una pregunta que no he pronunciado.
- ¿Qué?—le respondo sin proponérmelo. Me ha cogido por sorpresa. Debo parecer idiota.
- Digo que se ve que no tendrían mucho presupuesto al hacer este aulario porque solo hay un cuarto de baño— dice con una sonrisa de disculpa.
Le devuelvo la sonrisa sin saber que responderle. Mientras se lava las manos se fija en mi libreta.
- ¿Vas al curso de literatura?
- Eh. Si — le contesto.
- Bien. Pues nos vemos en clase— me promete.
Me entretengo un rato más. No quiero alcanzarle. Al entrar en clase me alegro de que no me hayan quitado mi sitio. Miro a mí alrededor y lo encuentro observando un cuaderno de cuero. Era el chico del cuaderno de cuero.
CUATRO
Tras terminar mi trabajo de biología, me acorde de la libreta que me había dado el profesor al terminar la clase. Tenía curiosidad.
Aquella noche pensé que iba a ser horrible. Como todas aquellas noches en las que Mike me arrastraba a esas horribles discotecas. Pero tal y como me prometió ella, fue una noche que jamás olvidaré.
Lo cierto es que estuve a punto de no ir. Estaba harto de esas fiestas. No me aportaban nada. Excepto, quizás, un vomito de algún gilipollas en mis zapatillas. Aunque esa no era la única razón. Mi amigo de la infancia, con el que había compartido los mejores momentos de mi vida, se había convertido en un ególatra y un superficial. La única razón por la que iba a esas fiestas era para fardar de su dinero. Se regodeaba del hecho de estar en una amplia sala vip, mientras el resto estaba como sardinas en lata. Cuantas veces he deseado estar dentro de esa maldita lata para evitar a los estúpidos amigos de Mike. Ellos eran un fiel reflejo de él.
Puede que resulte un poco hipócrita puesto que, hasta hace un año, esa vida no me era tan horripilante. Pero yo ya no soy aquel tío. La vida que llevaba antes, estaba llena de un vacío asfixiante. Lo tenía todo, sin embargo, muchas veces sentía que no tenía nada. Unas semanas antes de esa fiesta de disfraces, decidí cambiar eso. Decidí llenar ese vacío con cosas que realmente valen la pena, como este curso de literatura. Empecé donando algunos de los trastos inútiles que tenía en mi cuarto. Pero, la verdad, es que deshacerse de unos trastos no era lo mismo que dejar atrás un viejo amigo. Incluso aunque éste ya no fuera el mismo de antes. Por eso fui.
La noche pintaba tan mal como las otras. Pero todo cambió cuando, desde mi posición preferencial, la vi. Estaba en la barra con una de sus piernas en el posa píes y con los brazos apoyados en la barra. Parecía estar esperando a que la atendieran. Aunque a diferencia del resto, ella no aparentaba tener prisa.
No llevaba un disfraz muy elaborado. Portaba un antifaz negro cuyas tiras se perdían en su cabello rebelde. Combinaba una camisa de tirantes translucida con una falda alta con vuelo.
Tras pedirle algo al camarero hecho una ojeada al local como si buscara a alguien. Pensé que habría venido con una amiga, y espere que no lo hubiera hecho con un tio. En ese momento, me descubrió. Su mirada se poso en mí, justo cuando yo la analizaba de arriba abajo. Giré mi cara rápidamente para evitar su posible mirada de reproche. Espere unos minutos y volví a mirar, pero ella ya no estaba. La busqué, pero no tuve suerte. Entonces me metí entre la gente y me puse a buscarla. Fui dando vueltas al local como un idiota. Justo cuando estuve a punto de rendirme, me tropecé con ella. Nuestras miradas volvieron a encontrarse y esta vez ninguno apartó la cara.
- Hola. Te estaba buscando—le dije sin pensar.
- Yo te estaba esperando—me respondió.
Sin mediar ninguna palabra más, se acerco a mí. Rodeo mi cabeza con sus brazos…
No puede ser. Yo ya conozco esta historia. Sé cómo continua. Sé el final. Pero no sé quién es él ni quiero saberlo. Es Batman, como yo le llamaba , solo eso. Esto no debería haber ocurrido. No puedo saber quién es. No pienso volver a esa aula. ¡Maldita sea! ¡Era el plan perfecto! Como un curso de literatura puede estropearlo todo. Recuerdo perfectamente aquel día. Así lo había planeado. Una noche inolvidable.
CINCO
Mi plan comenzó a tomar forma cuando alguien se dejo olvidado en mi pupitre un folleto de una fiesta de disfraces que hacían en carnaval. Pensé en que les diría a mis padres. Les dije que me habían invitado y ellos no pusieron ningún impedimento. Pensé en cómo conseguir la entrada. Se la pedí al relaciones públicas de mi clase. Se quedó sorprendido. Incluso tuvo la osadía de preguntarme con quien iría, pero él tampoco supuso ningún problema. Lo preparé todo.
Yo había tomado una decisión.
Me presente en la fiesta, toda de negro y con un antifaz. Nada más entrar me fui hacia la barra. Sabía que para lo que pretendía hacer necesitaría un poco de ayuda. Pedí dos chupitos de tequila. No sabía si con eso tendría suficiente. No estaba acostumbrada a beber. Recorrí con la mirada toda la sala, buscando mi objetivo. No esperaba encontrarlo tan rápido. Batman me observaba con detenimiento y descaro. Pero, justo cuando se dio cuenta de que yo también le observaba, apartó la mirada.
El camarero me trajo los dos chupitos. Me los bebí de un trago y fui en su búsqueda. No sabía muy bien como lo que iba a hacer. Pensé en empezar entablando una conversación o pedirle que bailara conmigo. Fui donde lo había visto pero ya no estaba. Anduve un buen rato por la sala hasta que me canse y decidí ir al baño. Justo cuando estaba a punto de llegar, lo vi. Me dirigí directamente a él y fingí tropezarme. Cuando me dijo que estaba buscándome, le respondí abrupta y sinceramente. Entonces, recordando lo que había venido a hacer allí, le besé. No esperé sentir tanto. A decir verdad no esperaba nada. Me sorprendí al no querer dejar de besarle. Nos separamos unos segundos. Pero tras respirar ambos y ver nuestras reacciones, nos volvimos a besar.
Poco a poco, el gentío nos fue llevando hacia la pared donde se situaban los baños. Entonces yo tire de él hacia el cuarto de aseo de los hombres. Por suerte no había más que tres chicos, que ni tan siquiera se percataron de nuestra presencia. Con dificultad conseguimos encerrarnos en un baño y corrimos el pestillo. Él me sentó encima del bidet y empezó a besarme el cuello. Entonces, yo, valiente y decidida, empecé a bajarle las mayas del disfraz.
- Espera— me espeto apartándome las manos de su cintura—. ¿Sabes lo que estamos haciendo? Quiero decir, no hay prisa. ¿Estás segura?
Intentó quitarse la máscara que llevaba pero yo se lo impedí.
- Sí, estoy segura. No quiero saber quién eres, ni que tú sepas quien soy. Solo quiero que nunca olvidemos esta noche. Quiero que sea única.
Me miro de forma insatisfecha pero pareció comprender perfectamente lo que pretendía.
No pensé que mi propósito se cumpliría con tanta facilidad. Aunque lo que más me sorprendió es que deseara tanto hacerlo. Esperaba tener miedo. Esperaba no estar segura de elegir bien. Al fin y al cabo la virginidad solo se pierde una vez. Por eso quería hacerlo con un desconocido, con alguien a quien no tuviera que volver a ver, con alguien que no pudiera decepcionarme.
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