Sin Esperarlo



Virginia era una joven estudiante que en su tiempo libre trabajaba en Mercadona, quería ganarse un poco de sueldo para hacer su viaje esperado a París, a conocer a su gran amor de Tinder, Héctor.

Todos los días hablaban por móvil, aunque por video llamada siempre era un poco difícil coincidir por su parte, además él decía que no era necesario. Ella estaba un poco abatida del silencio que siempre había por su parte cuando ella le preguntaba ilusionada “¿Que somos?” Esperaba la respuesta correcta, tal vez, esas mariposas en el estómago, que ella por lo menos sentía cada vez al escucharlo. Su familia le repetía que era una sandez ir hasta tan lejos para recibir tan poco, que sí no existía ninguna foto, que era peligroso, que la vida tenía muchas ventajas y una de ellas era tener muchos peces en el mar… lo típico que te suelen decir los padres.

Le gustaba ir al zoológico para aclarar sus ideas, el sonido de los animales que algunas personas les parecía desagradable para ella era armónico, le encantaba hablar con los animales y pedirles opinión aunque ella sabia que era absurdo. Aunque lo tenía todo muy claro, iba a ir.

Una tarde quedó con su amiga Marta, necesitaba una segunda opinión le gustaba su amistad, era su cómplice, hacían guerra de cosquillas y les encantaba quedar empate. Eran como el yin el yang, pero no su real significado, eso que dice que lo malo tiene algo bueno y lo bueno algo malo. Lo de ellas tenia algo muy diferente, algo mágico. Para ellas era que una tenia una pizca de la otra dentro de sí misma. Marta le explicó que era buena idea, que ya era hora de que conociese a alguien, aunque no lo dijo muy convencida.

Llego su día, pudo recaudar dinero, por lo tanto cogió un avión, con su almohada, un par de prendas para el fin de semana que iba a pasar allí. Los nervios le reconcomían por dentro, pero ahora ya no podía hacer nada para detener aquel avión, ni mucho menos pedir ayuda. Cuando llegó, primero de todo fue al hotel a dejar sus cosas, y luego con una mochila y el GPS de su teléfono se dirigió al museo de Louvre donde había quedado con Héctor, espero durante 1 hora y lo llamó varias veces, pero aquello lo veía ya perdido.

Desconcertada, se fue, y como turista, se propuso ir a ver la ciudad que tanto lo enamoró de pequeña por un anuncio de Disneyland, la esencia que tenia esa ciudad era lo que necesitaba en ese momento, sus monumentos, las ganas de comerse todo tipo de quesos, era feliz. Mientras caminaba, pensaba que el engaño era su punto fuerte, porque no solamente le engañaban, si no que ella también lo hacia al ocultar su homosexualidad.

Al mirar a aquella torre solo le vino una imagen, Marta. Tardó en darse cuenta que no solo sentía amistad, algo más se le apodero al decir su nombre en voz alta. Salió corriendo de allí. Algo le hizo volver al hotel, el recoger sus maletas y coger el vuelo más pronto posible a Vigo. Nerviosa sentía que ya era hora de admitir lo que sentía por ella y lo más importante de lo que era ella misma, homosexual, sí, lo era y ya era de dejar de ocultarlo, sabía que su familia lo iba a entender, pero el miedo de como se lo podía tomar Marta le ponía los pelos de punta.

En el aeropuerto de Vigo, le esperaba su amiga, y sin pensarlo soltó sus maletas, le abrazo y le besó. Percibió que ella sentía lo mismo, cuando sin soltarle le susurró “Te quiero y siempre he esperado este momento”. Desde ese momento le dio las gracias a Héctor por ese plantón tan esperado.

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