majo
Relato de Majo
-¡Bien! -dije al enterarme de la noticia y ansiosa. Estaba feliz.
Subí al coche abrando mi peluche, un perro color negro con ojos azules. Balanceaba mis pies al ritmo de la música.
Sonaron unas diez canciones hasta que llegamos.
-¡Mara! -Me volteé y vi a Leyla. Corrí hacia ella y le abracé poniendo en medio mi peluche. - ¿Cómo has estado? -Preguntó ella y yo nos separamos.
-Bien Leyla -sonreí.
-¡Niños! -Escuché la voz de mi padre- La fiesta va a comenzar.
Entramos dentro de la sala de la fiesta. El ruido de las risas de los niños, los adultos comiendo y bebiendo llenaba el ambiente.
El tiempo pasó y llegó el momento más feliz, el pastel. "Cumpleaños feliz". Se escuchaba la canción.
Mi padre y un amigo suyo llevaban la tarta hacia el cumpleañero. Un ruido se escuchó, su amigo se tropecó causando que la tarta "volara" hasta una cortina.
El fuego se propagó desde la cortina llegando a los muebles de la sala y sumiendo todo en un fuego descontrolado.
Los gritos de las madres, el llanto de los niños, el x propagándose y el no poder respirar Yo solo deseaba estar con mis padres, tenía miedo.
Intentaba salir corriendo pero la presión en el pecho por cullpa del humo me hacía no poder avanzar.
-¡Mamá! ¡Papá -Chillaba a la par que tosía.
-¡Marc! -Escuché la voz de Leyla. Alcé la vista para ver dónde estaba y todo se tornó negro.
"Bip, bip, bip". Escuché mientras abría dolorosa y lentamente mis ojos.
-¿Mamá? -dije al obserbar la habitación encontradome sola con mi peluche en una silla.
Intenté pensar en cómo llegue ahí, pero no lo recordaba.
-Sobreviviste -Escuché una voz. Me volteé para ver de dónde provenía pero no había nadie. Solo yo y el peluche.
La puerta se abrió y apareció una mujer con bata, gafas y pelo oscuro en una coleta.
-Marc -dijo la chica- Soy la doctora Amelia y te quedarás aquí durante una temporada hasta que estés sano -comenzó con un tono dulce.
-¿Y mamá y papá? -pregunté.
-¿No lo recuerdas? -dijo a lo que negué- Marc. Estabas en una fiesta con mucha gente y todo se quemó -relató- Marc. Juguemos a un juego -dijo al ver mi cara un poco llorosa.
-¿Un juego? -pregunté.
-Sí, un juego. Cada vez que lo hagas bien te daré una sorpresa, ¿vale? -Sonrió y asentí.
Los días pasaron y yo superaba el x x los otros enfermeros que me hacian mover partes de mi cuerpo, me hacían daño.
Me llevaron a la habitación a descansar.
-Tus papás no vovlerán -volví a esuchar una voz y me tropecé tirando la bandeja que llevaba en la mano.
Los cristales del vaso se esparcieron y saltaron hasta clavarse algunos en mi rodilla. Chillé, unos enfermeros vinieron a ayudarme.
La rodilla sangraba rápidamente hasta llegar al tobillo.
-¿De verdad no volverán? -pensé en voz alta.
-No lo harán. Ellos murieron y también tu amiga Leyla -escuché de una voz.
Era muy raro, solo estabamos yo y el peluche. Me asomé a la ventana y vi que estaba oscureciendo.
Poco a poco los ojos me pesaban hasta caer dormido.
-Vamos a jugar -fue lo último que escuché antes de ir al mundo de los sueños, o más bien, pesadillas.
Corría con todas mis fuerzas. No sabía a dónde ir ni por qué pero notaba que algo me perseguía.
Vi una sombra acercarse a mí. Diciendo mi nombre junto unos pasos firmes.
-Marc juguemos a un juego -Una risa acompañó una música de piano que comenzó a sonar.
Huía, no quería estar ahí. Una luz iluminó una sala de estar, la de mi casa.
Me acerqué a ella y la televisión estaba prendida. La neblina de las televisiones antiguas era lo único que se podía ver.
En medio del salón, en la alfombra color blanco estaba mi peluche. Fui a cogerlo cuando, una vez en mis manos, giró su cabeza y su boca se abrió mostrando una hilera de dientes afilados manchadops en sangre. Sus ojos ya no eran azules, eran blancos con un punto rojo oscuro.
-Dulces sueños, Marc.
Desperté sobresaltado y chillando. Tenía el cuerpo bañado en sudor frío.
Los días avanzaron. Ya no deseaba estar con mi peluche. La pesadilla se repetía una y otra y otra vez.
Caminaba cabizbajo por el pasillo.
-Marc. Vuelve conmigo -esa voz volvía a sonar. Inconscientemente comencé a reir con lágrimas en los ojos.
No podía más. No aguantaba más.
Hice lo único que se me ocurrió. Acabar con todo.
Corrí perseguido por doctores o enfermeras y lastimando a otros pacientes hasta llegar a mi cuarto.
-Ya no causarás más problemas -dije yendo hacia el peluche con un cuchillo. Planeaba cortarle la cabeza/arteria.
-Marc, basta -dijoAmelia. Le miré.
-Amelia, el peluche es malo -dije.
-Marc, los peluches no pueden hacerte nada -se comenzó a acercar a mi- Suelta ese cuchillo y ven conmigo.
Lograron quitarme el cuchillo de la mano.
-¡Soltadme! -chillé.
-Marc -dijo Amelia- No estás bien de la cabeza, vamos al curarte -dijo y sonrió.
-¡No estoy loco! -protesté.
Pataleé, mordí, arañé. Solo quería salir de ahí. Mi propio peluche era el que me había dañado. x ya. Al final acabé amordazado en una ambulancia.
No sabía dónde iba pero sabía que cualquier lugar era mejor que estar con ese peluche. La sirena sonaba. Las enfermeras se subían atrás y delante. Mi vista fue el único cristal.
-Adiós Marc -dijo el peluche asomado en la ventana- Dulces sueños -fue lo último que oí.
Sus ojos me observaban. El tiempo avanzó hasta ser por la noche. Ya me encontraba en mi nueva habitación.
No podría enconrtarme. Cerré los ojos.
-Marc, es hora de jugar.
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