marga
Campo Atrás
Marco vivía en un pueblecito de Cuenca, en la serranía. Trabajaba en el campo, aunque le gustaba veía que ese no era un futuro bueno. Se sentía agobiado y necesitaba cambiar de aire. Se acordaba muy bien de su primo de la ciudad, Valencia. Pensó de hace años cuando lo invitó a que fuera a pasar unos días. Quique vivía solo en un pequeño estudio y trabajaba en una cafetería. Le mandó una carta por si le venía bien que fuera a pasar unos días con él. Él le respondió que sí, que no había problema, pero que él trabajaba y confiaba poder estar con él a disfrutar de mediodía. Habló con su jefe y le dijo que si le daba unos días para estar con su primo ya que nunca se había cogido los días seguidos. Así organizarse y disfrutar con su primo. Ya había planeado de ir a la playa y la discoteca.
—¡Otra vez han saltado los fusiles —exclamó Quique exagerado—. ¡Ya van tres veces! Por lo menos Marco no ha llegado aún. —Dio al diferencial de la luz, las bombillas se han fundido —¡Vale! ¡Perfecto! Me toca cambiar las bombillas.
Marco cogió el autobús para llegar a Valencia, mientras en el viaje iba pensando como hacer el cambio. Ya que intuía que algo bueno iba a pasar. Sabía que su primo Quique conocía más el mundo. Como moverse y buscar trabajo. Su cabeza comenzó a darle vueltas, tendría que vender el campo con lo que recibirá comprar un pisito y encontrar trabajo, plantearse un futuro mejor. La casa del pueblo lo dejaría para las vacaciones así disfrutar de unos días de relax. Mientras iba pensando se quedó dormido.
Ya había llegado a la estación de Valencia. Cogió un taxi para llegar hasta allí. Era un barrio bastante alejado del centro. Quique estaba adormilado en el sofá. De pronto, el timbre de la puerta comenzó a sonar repetitivamente y se despertó por completo. —¡Ya va, ya va! —dijo mientras se levantaba, preguntándose quién llamaba con tanta insistencia. Abre la puerta ve a su primo y se queda embobado, no se lo esperaba tan pronto. Justo antes de cerrar la puerta, sonó el teléfono. Quique, algo reacio, lo cogió.
—Dígame.
—¿Quique? ¡Hola muchacho! ¿Cómo va? Necesito que mañana vaya a la cafetería —preguntó el jefe, la voz dicharachera, al otro lado del teléfono. Y sin darle tiempo a responderle, añadió—, oye mira que me tienes que hacer un favor. Tienes que hacer el fin de semana.
—Pero, señor, que mi fin de semana era libre por compromiso que tengo… ¡el primero en dos meses! —se quejó Quique, intentando no mostrar en exceso su enfado pues, al fin y al cabo, estaba hablando con el jefe.
—Ya lo sé, chuco, ya lo sé. Me ha surgido un problema, ¡sabes? Te lo pagaré y tendrás fiesta entre semana, ¡te lo aseguro! Solo puedo confiar en ti, lo haces bien, eres el mejor.
Y sin más cortó la comunicación, dando por hecho que Quique se encargaría de la cafetería. Quique colgó el auricular con estrépito y soltó un gruñido de impotencia. Acto seguido, miró a su primo Marco. Él hacía bien su trabajo… pero cuanto mejor era, más sentía que su jefe le castigaba por ello.
Entonces vio con más claridad que tenía que hacer. Había llegado el momento. Ya en voz alta, dijo:
—Tengo que encontrarme algo por mi cuenta. Si algo con alguien que sea mi socio.
En ese momento mira a su primo Marco.
Se lo queda mirando, Marco mira a su primo Quique, le pregunta que si quiere ser su socio. Marco le dice que él de negocios no sabe nada. ¡Ya de camino a Valencia había pensado en dejar el campo! ¿Quizá es un sueño?
—¡Ya tenemos una edad para un futuro mejor! Verás, para montar una cafetería no es complicado, es saber algo de cocina. Vamos a hacer la cena a ver qué tal se te da.
Siguen charlando mientras se preparaban unas verduras con pescado y después unas naranjas, café. Siguieron hablando hasta la madrugada. Decidió llevarse a su primo Marco a la cafetería por la mañana para que le ayudase y ver como se desenvolvía con los clientes.
A la mañana se levantan, se preparan los desayunos, recogen la casa. Se van a la cafetería, mientras van andando hacia el metro, Marco ve que hay mucho movimiento, no esperaba que tan temprano hubiese tanta gente. Mientras van hablando de sus planes, de repente el metro se descarrila. La gente horrorizada grita, unos caen, otros se chafan. Otros salen corriendo. Quique busca a su primo Marco, que no lo ve, de repente lo ve en el suelo tirado con sangre en la cabeza. Temiendo lo peor se acerca a ver cómo está. “¡Dios mío, contéstame, si está bien! Marco no decía nada, estaba inconsciente, pero respiraba, no sabía si tenía algo roto. ¡Aquello era un caos, todos llorando, otros gritando! No se explicaban porque había pasado ese accidente. Se supone que el metro era más seguro. Llegan los bomberos, policías, las ambulancias. Quique no se separaba de Marco, que aún estaba inconsciente, que apenas se había enterado de lo que estaba sucediendo. Una vez en el hospital el médico le dijo a Quique que tenía traumatismo craneal. El golpe fue fuerte en la cabeza y no se aseguraba si iba a recuperarse. Quique pensó “menudo problema”, su plan de tener algo propio no podía ser.
Cuando despertó de su inconsciencia notó un desagradable olor a hospital, le entró pánico, pensó que estaba muerto, que había salido de su cuerpo.
—¡Marco tranquilo, todo va bien! —Le comenta quique— ¡Solo ha sido un golpe en la cabeza!
—¿Pero me pondré bien?
Quique miró al doctor, no sabía si le iba a decir la verdad.
—Marco necesita urgentemente una cirugía —Le comenta el doctor—. Se ha formado un coagulo bastante considerado, hay que operar a ver como evoluciona. —¡¿Entonces no hay otra solución?! —comenta Marco.
Llegan los camilleros para llevarlo a quirófano. Quique con ojos llorosos le da un abrazo. Mientras está en la sala de espera ve una cabina de teléfono, va hacia allí a llamar al jefe para decirle el accidente de metro. Su sorpresa fue que vio al jefe en una silla de ruedas todo magullado. Se acerca, si está bien. Se engancha a llorar desconsolado, le pregunta si él está bien.
—Sí estoy bien, es mi primo Marco el que está en quirófano.
—¡Lo siento mucho! Espero que no sea grave.
—Yo a esperar que me den los resultados. ¡Qué desgracia más grande!
—No te preocupes de la cafetería, en cuanto tenga un rato me acerco a poner un cartel de cerrado por un tiempo.
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