cuento
Abraham y Salomé
Había una vez, dos niños judíos llamados Abraham y Salomé, venían de una pequeña familia pobre, su padre, era leñador, pero por culpa de la discriminación hacía los judíos en aquella época, ganaba muy poco jornal para mantener a sus hijos y a su mujer. La madre era una ama de casa, no tenía trabajo porque estaba mal visto que una mujer trabajase.
Un día, la madre desesperada, se dio cuenta de que no tenían para alimentarse, así que decidió hablar con su marido para mandar a los niños al pueblo más cercano para buscar comida. Ellos sin ningún problema asintieron y decidieron aceptar esa opción para ayudar a sus padres.
Abraham que era el más mayor cogió un pan duro que había en una de las despensas y se pusieron en marcha, él que era listo fue dejando migas de pan por el camino para no perderse. Fue anocheciendo, así que decidieron volver a casa por el mismo camino que habían venido. Pero cuando se quisieron dar cuenta no había rastro de pan, desgraciadamente habían palomas detrás suyas que se aprovecharon y se comieron las migas.
Después de andar, cansados y hambrientos, vieron a lo lejos una casa, con mucha luz y color, que llamaba mucho la atención a simple vista, se fueron aproximando, pero antes tuvieron que pasar por un puente el cual estaba un poco roto y destruido a la vista por el paso de los años. Percibieron un olor dulce, vieron que la casa estaba hecha de caramelos y chocolate. Una señora mayor, con pelo grisáceo y varias arrugas en su piel, abrió apresuradamente la puerta y les dijo:
-Pasad niños, prepararé algo rico para comer y encenderé la chimenea.
Ellos contentos, entraron a la casa. La señora les dio un bizcocho grande y delicioso, y no tardaron en comérselo entero. Estaban hinchados y esa noche se quedaron a dormir. A la mañana siguiente, se dieron cuenta de que no era la misma señora que les abrió la puerta con su gran sonrisa, si no que era Adolf Hitler, que se intentó ocultar en una mujer judía, cogió a Abraham y enfadado, porque lo descubrieron, lo metió en el establo.
-Aquí te quedarás hasta que engordes y luego te comeré!
Hitler obligó a Abraham a comer hasta que no podía más, un día tras otro. Hasta que un día Salomé se cansó y le dijo de hacer un receta que le había enseñado su madre, cosa que era mentira. Aunque gracias a eso lo convenció y pusieron a hacer una receta que no iba a ninguna parte. Salomé pidió ayuda para colocar la bandeja en el horno, y cuando se acercó lo empujó fuertemente, dentro del horno.
Se fue corriendo en busca de su hermano, lo liberó y se fueron. Encontraron antes de irse unas cajas que contenían piedras preciosas, se llenaron los bolsillos, rezaron por volver a casa y al cabo del rato, se encontraba en frente de su casa. Abrazaron a sus padres y desde ese instante supieron que vivirían felices y aprendieron una lección: que no se tenían que fiar de ningún extraño.


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