Rubik Crush - Halloween



Allí estábamos, en las afueras de Colorado donde todo sonido o eco se destruía con el pasar del bosque tras nosotros. Birthney estaba especialmente hermosa, con su tez blanca y sus mejillas coloradas. Le juré amor, le juré joyas y mucho más que atención. Lástima que sus palabras fueran siempre tan desafortunadas, "descerebrado", "marginado" y como no "pobre chico de la calle que huele a pis de gato". En aquellos momentos siempre respondía "Lo sé" o "tienes razón" o tal vez me quedaba callado y pensaba "no debería presionarla tanto". Pero como no Birth era una experta en hacerte sentir lo más bajo y luego arreglarlo todo con un cariño.

La noche en concreto estábamos como cada sábado en el final del bosque, donde solo había un trecho de tierra llana y delante un vacío. Montados en mi Mustang con decoración de Rubik, que ella tanto odiaba y no dejaba de rallar con las llaves cuando se enfadaba. Beso por aquí, beso por allá, botella de Vodka arriba, botella de whiskey abajo. Estábamos en el éxtasis más puro, sensual y descontrolado hasta la fecha. En un rápido movimiento su móvil cayó frente a mis pies. Dios como se enfadó conmigo. "Justin eres un tonto" una y otra vez durante un tiempo que pareció eterno. Recuerdo que mientras no dejaba de disculparme como un pobre perrito faldero, el mensaje llegó a su teléfono.

"Ningún hombre o mujer nacido, cobarde o valiente, puede eludir su destino. Si sufrí una injusticia es porque la verdadera desgracia está por sucederte".

Recuerdo los veinticinco minutos intentando descifrar aquello entre risas y juegos de palabras propios de pubertos. Veinticinco minutos, ni uno más ni uno menos, pasaron hasta que apareciera tras el texto la imagen de sus padres atados a una silla, amordazados con bolas de lo que parecía carbón o alquitrán, y dos sombras marrones encapuchadas como de las historias de los doce encapuchados.

Un llanto desconsolado, el temblor en su cuerpo y el sudor de sus manos. Ahora le hubiera recriminado mojar la tapicería fluorescente de mis asientos traseros. Pero en aquel momento la desesperación era máxima, ya no se trataba de un insulso texto sacado de una película mala. En aquel momento recuerdo la asfixia de no saber qué hacer, llamamos a sus padres sin respuesta alguna, una tras otra, dejando mensajes repletos de los llantos de Brith hasta llenar el buzón de voz.

Vi bajo la imagen los números de una ubicación, en aquel momento supe el lugar. Llamamos a la policía y nos pusimos en camino a la máxima velocidad que alcanzaba el Mustang. Llegamos en tan solo unos minutos, lo que asustó mucho a Brith. Todo alrededor de aquel lugar era extraño, Brith repetía unas cuarenta veces "Justin no hay animales, no hay indicaciones", "Justin no hay luz, todo esto es demasiado extraño, tenemos que encontrar a mis padres". Dios, ese tono alterado y lacrimógeno me alteraba. Recuerdo enfadarme, sí, recuerdo enfadarme y gritarle "Brith cierra el pico y dame el hacha que está en el maletero", mientras me quitaba la sudadera. Ella gritó mientras abría los ojos como platos, el porqué de un hacha en mi maletero. Le devolví el grito diciendo que se callara, que me diera el hacha y se metiera en el coche. Y allí se quedó, perpleja ante mi grito. De pie junto al coche.

Di cuatro pasos, seis, tal vez ocho... la verdad es que perdí la cuenta después de lo que pensaba eran veinte minutos, comencé a caminar de manera más desesperada, no los encontraba. Creía saber dónde estaba y a dónde iba, intente volver a empezar en múltiples ocasiones y seguir otras tantas. Me frustré, me enfadé y arrojé el hacha contra innumerables árboles, pero no encontraba la bendita ubicación.

En aquel momento no podía dejar de pensar en como le grité a Brith. Estaba comenzando a odiarla. Estaba comenzando a volverme loco. Me encontraba en un momento de ira descontrolada, pensando en todas aquellas cosas que hice por ella, sin obtención alguna de beneficio. Mi mirada era la puerta al infierno de Dante y mi hacha no pretendía dejar a nadie a medio camino como lo hacía su purgatorio.

Los padres de Brith ahora se encontraban frente a mí. Desconsolados gritaban y lloraban, estaban cansados, no podía escuchar lo que decían, todo era furia. No lo pensé dos veces y no les dio mucho tiempo a hablar. Mi hacha se clavó primero en sus cráneos para pasar a convertirse en una máquina destripadora. Estaba cubierto de sangre, pero mi ira no estaba saciada. En la mano del padre la nota de amenaza contra la vida de su hija, que pronto sería cumplida. Caminé, camine hacia delante porque sabía que ella había entrado en el bosque. Iba a encontrarla. Ahora frente a frente en la zona más despejada de árboles y con la luz de la luna reflejada sobre mi ensangrentada hacha veremos lo que pasa. 

"Había planeado múltiples maneras de matarte tras darme cuenta de que te odio Birtheny Lodbrock", le dije con mi tono más tranquilo. "Pero lo hice con tus padres, lástima que llegaron antes que tú". Mi sonrisa era máxima y su cara de horror no tenía precio.

Fui acercándome poco a poco, mantuve la mirada y sonreí, el hacha se arrastró por el peso y la chica perpleja y en shock no pudo decir ni una sola palabra.

"Vaya, ¿te sorprende que el pringado haya matado a tus padres?" Pregunté con mi tono más sarcástico. "Ahora tendré que pensar en una manera más bonita de arrancarte tus tripas, espero que note  duela", dije mientras sonreía y me ponía frente a ella.

A medida que me acercaba mi odio y mi seguridad en matarla se afianzaban. "Cariño yo...", pobrecita, no pudo acabar la frase antes de que le cortara la cabeza. Su cuerpo cayó sobre el gélido suelo, sonando como el efecto de una nuez cascada. Y yo volví a donde todo comenzó. El bosque se fue desdibujando y yo esclarecí. Me había liberado.

Publicar un comentario

0 Comentarios